Una serie de obras mitológicas

Durante el tiempo de pesquisa de obras en distintas instituciones –tanto nacionales como internacionales– el año recién pasado recibimos la colaboración de la Casa de Subastas Doyle de Nueva York, que nos proporcionó valiosos datos acerca de una importante obra de Carlos Ortúzar realizada en su etapa matérica. 

De acuerdo con el nombre que el autor escribió en el anverso de la obra, se trata de “Thrauco portador de la máquina de los sueños”, pintura que fue realizada en 1964 y que corresponde a su producción de carácter informalista desarrollada entre fines del 50 e inicios de los 60. Esta producción surge a partir de una serie de viajes por la localidad de Huentelauquén, Coquimbo, en compañía de su amigo y colega Lautaro Labbé. En estas travesías, los autores se conectaron con la cultura y expresión de los pueblos originarios del norte. La serie de obras titulada “Thraucos” extendió estas investigaciones iconográficas a la reinterpretación del personaje mitológico del sur de Chile,  generando un conjunto de obras que se expusieron entre 1965 – 1967 en importantes galerías de Nueva York. 

Los “Thraucos” fueron inicialmente piezas pictóricas que evolucionaron a piezas escultóricas a las que Ortúzar incorporó un estilo pop- industrial. Desde esta perspectiva, la pintura “Thrauco portador de la máquina de los sueños”, corresponde a una de las obras iniciales de esta serie, cuya trasera con la inscripción “II” indica, probablemente, que corresponde al Thrauco número II de ésta. 

Fundada en 1962, Doyle es uno de los subastadores y tasadores de bellas artes, joyas, monedas, sellos y libros raros más relevantes de Estados Unidos. Gracias a su apoyo, tanto el registro fotográfico como la ficha técnica de la obra, serán ingresadas al catálogo digital del autor, que asociará imágenes de la obra y documentación de archivo.

 

Ortúzar, Barcelona y la orfebrería

Entre 1974 – 1979 Carlos Ortúzar vivió en Barcelona. Esta ciudad le brindó refugio y trabajo luego de su autoexilio y exoneración de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, institución donde trabajó como docente hasta el golpe de Estado de 1973.

En Barcelona, Ortúzar ejerció como docente en el instituto de Arte CEINA y se dedicó a realizar una serie de piezas de orfebrería en las que integró un diseño geométrico y depurado a piezas de plata con incrustaciones de ébano, las que le permitieron animar su búsqueda artística bajo las condiciones que le brindaba un pequeño taller. Tal como para otros escultores modernos como Alexander Calder o Alicia Penalba, las artes aplicadas como la orfebrería, constituyeron un medio de creación que les permitía traducir las imágenes de sus obras a pequeños formatos y comercializarlas de manera más fácil y rápida.

Las piezas de esta serie que aún se conservan, forman parte de la catalogación de obras del artista que estamos realizando y que hasta la fecha cuenta con más de 70 piezas pesquisadas. Pronto tendremos novedades!

Imágenes: Vistas 3/4 de colgantes de plata con madera de ébano. Colección particular Andrea Ortúzar Aguadé.

Maqueta de desaparecida obra cinética de Carlos Ortúzar

Les presentamos un fragmento de la maqueta “Espigas de fierro al viento” realizada por Carlos Ortúzar en 1970, con la cual obtuvo el primer lugar en el Concurso de la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP) que conmemoró los 100 años de la Feria Internacional de Santiago (FISA), en su inauguración en 1971. 

Esta maqueta ha sido conservada por más de 50 años por la hija del artista, Andrea Ortúzar Aguadé, y forma parte del catastro que estamos ejecutando en el marco del proyecto de investigación y catalogación de la obra de Carlos Ortúzar, financiado por Fondart Nacional 2023. 

La maqueta, realizada en aluminio pintado con pintura epóxica en distintos tonos de azul, presenta las referencias definidas por el artista para la obra final: dos perfiles verticales conformado cada uno por dos planos unidos en ángulo recto, que toman la idea de abertura de las espigas de trigo. Cada uno de los planos se compone además de 10 módulos cuadrados, cada uno de los cuales contiene en su interior un círculo calado dentro del que se inserta un disco rotatorio en distintos tonos azul o en metal brillante, que unidos por dos vástagos giran al compás del viento. Esta obra es un antecedente de la estrategia de círculos giratorios al interior de una circunferencia calada que el artista ocuparía en la obra “El Cuarto Mundo” (1971), escultura que se emplazó en el edificio de la UNCTAD III.

A pesar del tiempo transcurrido,  la maqueta de “Espigas de fierro al viento” aún conserva el sentido poético que el artista le quiso otorgar en su concepción original, manteniendo el movimiento, la temporalidad y la intervención del espacio circundante en la mutabilidad de la obra. La escultura realizada para la FISA finalmente fue desmantelada, lo que hace de esta maqueta un objeto de gran valor histórico para la reconstrucción de la genealogía de la obra del artista. 

 

A 38 años de su partida

“Todos recordamos a Carlos en su personal manera de ser, de hablar, caminar, hacer o deshacer. Todos lo repensamos con una sonrisa que nos contagia. Nos deja una huella de paz. Su quehacer último es un homenaje al paisaje de Chile, el que él creía que ningún poder podía modificar: patrimonio de todos, él nos lo devuelve en generoso testamento”

Con ese texto sobre una postal -diseñada por Roser Bru-, se realizó una exposición llamada “Homenaje a Carlos Ortúzar” en Galería Sur, apenas dos semanas después de su repentina muerte, ocurrida el 25 de abril de 1985.

El artista tenía apenas 53 años, había vuelto hace 6 desde su autoexilio en Barcelona y estaba en medio de una prolífica carrera artística: había recibido el premio II Salón Sur de Concepción por su pintura “Espacios” de la serie Space, y había emplazado una aclamada escultura cinética en la industria Cintac, que hoy es patrimonio escultórico nacional. Al momento de su inesperada partida producida por un accidente cerebrovascular, estaba exponiendo sus obras en la Escuela Moderna de Música y ejercía como docente en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central.

A 38 años de su partida, lo recordamos de la misma manera que el breve texto postal, rescatando su vida y la particular forma de vivirla, revalorizando su obra que trasciende como pionera en la historia del arte de Chile

Crédito imagen:
Postal de la exposición “Homenaje a Carlos Ortúzar”, Galería Sur, 1985. Diseño de Roser Bru. Archivo Carlos Ortúzar.

4 chilenos en Nueva York

“4 Chilenos en Nueva York” fue el nombre de la exposición que Carlos Ortúzar, Eduardo Martínez Bonati, Guillermo Núñez e Iván Vial inauguraron el 24 de noviembre de 1966 en la sala de exposiciones del Instituto Chileno Norteamericano. 

La muestra fue el resultado de la experiencia del cuarteto de artistas de cohabitar en la ciudad estadounidense entre 1964 y 1966. La exposición también fue exhibida en Zegri Gallery, la galería del chileno Armando Zegrí, uno de los principales difusores del arte latinoamericano en Nueva York.

En el catálogo de la exposición, aparecen los cuatro artistas con frases reflexivas sobre la ciudad y la influencia de esa ciudad en sus procesos creativos: “Nueva York, Nueva York, Nueva York, cuántos crímenes se cometen en tu nombre…”, escribe Ortúzar. 

Ortúzar estaba en esa ciudad gracias a la beca Fullbright, que le permitió desde 1964 cursar estudios en el Pratt Institute – academia fundada en 1887, caracterizada por el alto nivel de sus programas de arquitectura, diseño de interiores y diseño industrial- y The New School of Social Research, un espacio reconocido por su intersección entre “la teoría social, la política y el diseño”, como indica su página web en la actualidad. 

A su regreso a Chile, este grupo fue denominado como “las rubias de N.Y”,  dando cuenta así de las repercusiones que tuvo esta estadía en sus trayectorias creativas.

Conoce más hitos de la trayectoria de Carlos Ortúzar en la Línea de tiempo de la web del Archivo: www.carlosortuzar.cl/linea-de-tiempo-carlos-ortuzar/

Crédito imágenes:

Ortúzar, Carlos; Bonati, Eduardo; Vial, Ivan; Núñez, Guillermo: 4 chilenos en N.Y. Santiago, Sin fecha. Folleto de exhibición. 21,2 x 32 cm, impreso en off set. Archivo Carlos Ortúzar

A propósito de la FISA, recordamos la obra «Espigas de fierro al viento»

En octubre de 1970, Carlos Ortúzar ganó el concurso de esculturas organizado por la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP) con la obra «Espigas de fierro al viento», destinada a ser el símbolo conmemorativo de los 100 años de la Feria Internacional de Santiago (FISA) en su inauguración en 1971.

La obra consistía en dos perfiles de fierro de 8 mm. de espesor y 10 metros de altura unidos en ángulo recto, calados con circunferencias que contenían en su interior círculos rotatorios. Según la prensa de la época, el color de los círculos sería dado por una pintura epóxica de tonos azul y espejos brillantes.

Esta obra es antecedente de la estrategia de círculos giratorios al interior de una circunferencia calada, que luego ocuparía en la obra “El Cuarto Mundo” (1971), obra que se emplazó en el edificio de la UNCTAD III.

Con la rotación de los discos, el artista tenía la idea de “introducir cambios de tonalidad y reflejos principalmente provenientes del ambiente circundante, del sol, de la iluminación nocturna, y de los propios elementos de la escultura, de modo de dar un aspecto vivo y mutable a la obra”, según señala el artículo del diario La Nación de la época.

Esta obra fue desmantelada y desaparecida.

Crédito imagen: Diario La Nación, 24 de octubre de 1970. Carlos Ortúzar Archivo de Prensa Biblioteca MNBA

En el Día del Encuentro de dos mundos recordamos la obra «Chalinga Mool»

En el día que conmemoramos el Encuentro entre dos Mundos, compartimos con ustedes la obra “Chalinga Mool” que el artista Carlos Ortúzar realizó en 1961 en los inicios de su trayectoria, marcada por un carácter matérico, y que alude a las creaciones de pueblos originarios del norte de Chile.

Entre fines de los 50 e inicios de los 60, en compañía de su amigo y colega Lautaro Labbé, Carlos Ortúzar realizó una serie de “travesías” por Huentelauquén, en el norte de Chile, en busca referentes locales de la iconografía rupestre y el paisaje andino que le permitirán integrar identidad a una serie de pinturas marcadas por temas como la arqueología y el paisaje. 

Esta obra alude al Valle de Chalinga, sector ubicado en la provincia de Choapa, al sur de la Cuarta Región, donde se han encontrado cerca de 170 sitios arqueológicos con vestigios de cerámicas y petroglifos de diversos grupos alfareros precolombinos.

Realizada en técnica mixta sobre madera, la obra destaca por sus tonos tierra y azules, además trazos figurativos que evocan a los gestos de vida que los pueblos originarios realizaron sobre piedras y rocas. 

Actualmente, esta obra pertenece a la Colección del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile.

Imagen: © Carlos Ortúzar, Chalinga Mool, 1961, mixta sobre madera, 77 × 88 cm. Colección Museo de Arte Contemporáneo, Facultad de Artes, Universidad de Chile. Fotografía: Jorge Marín. Gentileza MAC.

Textos conmemorativos de la muerte del artista en Revista APECH

El 25 de abril de 1985 murió en Santiago de Chile, a los 53 años, el artista Carlos Ortúzar. Su inesperada partida dejó un gran vacío en su familia, amigos y colegas.

En 1986, la revista APECH realizó una publicación especial en conmemoración de su fallecimiento, difundiendo tres textos escritos por sus más cercanos amigos artistas: “Ortúzar I”, escrito por la pintora y suegra del artista Roser Bru, “Ortúzar II: Carlos Ortúzar, raíces y vuelos”, escrito por su amigo, ayudante y fiel colaborador, el artista Lautaro Labbé, y “Ortúzar III: Arte y Ciudad: el Monumento al Gral. Schneider, un descalce”, escrito por su amigo, colega y artista Francisco Brugnoli. 

Conmemorando los 37 años de la partida de Ortúzar, la publicación de Apech está disponible desde hoy en el sitio web www.carlosortuzar.cl sección Archivo, gracias a la gentileza de @apech.

Compartimos fragmentos de Ortúzar I:

“¿Cuántos Ortúzar hay? ¿A cuáles modifica el transcurso del tiempo?

La primera imagen que yo guardo; un muchacho demasiado bello, –3 botones plateados en una chaqueta azul–, un joven triunfador […] 

Otros Ortúzar se van sobreponiendo a la primera imagen: ahora la obra son superficies con materia, con improntas arqueológicas frotadas de ocre y tierra. 

Éxito. una beca a USA. Cambio. 

Descubre la tecnología, los acrílicos y poliéster. Los colores primarios […]

Después el arte óptico le hace señales… paralelamente trabaja la escultura como desarrollo volumétrico… Vive 5 años de ausencia en Barcelona… Ahora, después de su definitiva ausencia, su trabajo resplandece en armonía. 

Este último verano Carlos Ortúzar entra premonitoriamente en el paisaje. Se exalta con el sur y recuerda el norte de su juventud […] 

Pero, siempre amigo de despistarnos, inventa personajes, situaciones […] Y así, una mañana llena de proyectos, nos da la última sorpresa. Carlos se muere sin previo aviso, para quedar detenido en su perfil, en su obra y en la memoria de quienes lo conocieron. 

¿Cómo lo sorprendería la muerte? 

Este último Carlos Ortúzar parecía intocado, se había hecho definitivo, horizonte el mismo”. 

Roser Bru, 1985

Créditos: APECH, nº 2. Santiago, julio de 1986: 10-12. Impreso. Archivo C.O.

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